MNoro



Dentro de la espiral del Kinomichi



Escrito por de NGUYEN Thanh Thiên.

Articulo publicado en la Revista de artes marciales "Dragon".
Nr 16, Julio-Agosto 2006, Francia.

Traducción al español: Nora Alvarado Colle







El Kinomichi es un arte marcial que fue creado por el Maestro Sensei NORO Masamichi en Paris en 1979. Desde entonces se ha desarrollado en Europa y en numerosos países incluidos México, Brasil y Túnez.

El maestro NORO Masamichi estudió directamente con el maestro UESHIBA Morihei, el fundador del Aikido. El Kinomichi es una disciplina reconocida, afiliada a la Federación Francesa de Aikido, Aikibudo y Afinitarias FFAAA.


Una Transmisión.

En 1955 el Maestro NORO conoció a su maestro, el Maestro UESHIBA. Este encuentro fue una revelación para él, que lo lleva a renunciar a sus planes y a sus estudios para poderse dedicar enteramente a estudiar al lado de este hombre, que si bien viejo era aún tan poderoso. Fue así como se convirtió en su estudiante interino (uchi deshi) y junto con sus otros 4 condiscípulos, llevó una existencia dedicada a los ejercicios y el entrenamiento en el dojo. Desde la mañana hasta la tarde, y a veces hasta la noche, los discípulos se sometían a las austeridades del entrenamiento que les ganó el apodo para su dojo del “Dojo Infernal”. Cuidaban de su maestro día y noche, cocinándole, cargando su equipaje cuando viajaban, y despertando por la noche para asegurarle su comodidad.

“Recuerdo que cada mañana el entrenamiento matutino - reservado para los uchi deshi - comenzaba con Irimi Nage. Yo era su uke (compañero) y empezaba cada lección con esta técnica. Luego, el Maestro UESHIBA procedía con su curso, el cual siempre era único porque nunca repetía lo que venía de mostrar. Durante mucho tiempo me preguntaba sobre la importancia que él le daba a Irimi Nage”. El Maestro se detenía y a través de su mirada uno podía vivenciar el tiempo que él compartía con nosotros. “Finalmente comprendí que utilizaba Irimi Nage para sentir su propia energía y a partir de esta sensación decidía cual de las técnicas utilizar para ajustarse al flujo de su energía.

“El Maestro UESHIBA me tomó un día como su discípulo asistente. La primera prueba llegó con la noche. Me quedé dormido lleno de satisfacción, sólo para despertar con un sobresalto, al momento en que el grito del Maestro rugía en mi oído. Cada noche profería un terrible “kiai”, arrancándome del profundo sueno en el que me desvanecía día con día. Una noche, al sonido al shoji - “puerta deslizable”- abriéndose, me encontró en el proceso de saludarlo. Sonrió y a partir de ese momento me confió la tranquilidad de sus noches. Huelga decir que a partir de entonces tenía pocas oportunidades de recuperarme de este entrenamiento nocturno.”

El Maestro NORO ameniza sus lecciones con sus recuerdos. Aquello que su maestro le transmitió se encuentra en el corazón de cada lección que imparte tanto en Francia como a través del mundo.

El podía ver cómo el Maestro UESHIBA impartía sus clases, pero también cómo cada día él vivía con su ejemplo sus enseñanzas. La tradición diferencía radicalmente a los soto deshi (alumnos externos) de los uchi deshi por el acceso tan íntimo que tienen con el Maestro. El Maestro es quien le da vida al Camino y a sus principios, a través de su propio comportamiento. De esta manera, a cada momento de su vida cotidiana él se ofrece al escrutinio de sus discípulos como un ejemplo del Camino y sus principios.

Una tarde, el Maestro UESHIBA le pidió que lo siguiera y le dijo que le revelaría el secreto del Aikido.

“Con inmenso orgullo lo seguí y me senté, esperando la revelación. El Maesto UESHIBA tomó un jo (caña) y mientras lo hacía ir y venir, lanzándolo y dando vueltas a su alrededor comenzó a cantar y a bailar. Mis ojos se abrieron con asombro y comencé a reír. El maestro paró en seco y se alejó, enojado. Más tarde me explicó que había ligado la espiritualidad del Shintoismo con el arte del jo. Sus lecturas del Kojiki (un clásico del Shinto) habían encontrado eco en su arte. Nunca volví a encontrar tal expresión de espiritualidad en el Aikido de nuevo. Esta experiencia me reveló una dirección que procuro seguir.


Una Creación.

El maestro NORO es enviado a Europa como “Delegado Oficial para Europa y Africa” por el propio Maestro UESHIBA. Tomando la ruta proveniente del Extremo Oriente de aquella época desembarcó el 3 de septiembre de 1961 en el puerto de Marsella. Subsecuentemente pudo darle la bienvenida a los maestros NAKASONO y TAMURA a su llegada a suelo francés. Su misión como pionero del Aikido, lo lleva a abrir más de 200 Dojos en numerosos, tanto en Europa como en África desde Suecia hasta Senegal.

Sin embargo una experiencia lo abrió a nuevas perspectivas. Nutrido por las tradiciones de Extremo Oriente, lector asiduo de Lao Tseu, y amigo del maestro Zen DESHIMARU Taisen, él se cuestionaba acerca de la energía, el ki, y su manifestación. Aunque claro que había recibido mucho de su maestro, en su búsqueda por seguir avanzando en su comprensión aún no estaba satisfecho con lo logrado.

Una mañana, en el bosque, regresó a su cuestionamiento y encontró respuesta en un árbol. ”La energía fluye a través del árbol sin necesidad de un centro. Desde la tierra, la energía asciende hacia el cielo”.

A partir de ese momento reorientó las técnicas que le fueron transmitidas por el maestro UESHIBA y comenzó a empujar, no desde el hara, (centro energético localizado en el abdomen), sino desde la Tierra hacia el Cielo, desde los pies hacia la cabeza y las manos, pasando por el hara. El Kinomichi nace de la circulación ascendente de la energía.

Otra de las fuentes de creación del Kinomichi surge de la insistente repetición del Maestro UESHIBA en el sentido de que las técnicas del Aikido debían convertirse en una forma de realización del Amor. El Maestro NORO había desarrollado una gran eficacia marcial. Sus Irimi Nage y sus Shiho Nage eran tenidos por algunos como punto de referencia.

Pero los accidentes ocasionales de sus estudiantes lo llevan a reexaminar la práctica desde el punto de vista de la exigencia de su maestro.

Paralelamente, su rehabilitación de un accidente lo lleva a descubrir el trabajo de reconstrucción del cuerpo. Comprende entonces que cuenta con una nueva posibilidad de orientar sus técnicas a través del fortalecimiento del cuerpo. Cada movimiento ha de conducir a una mejoría del tono muscular y a aflojar y sensibilizar los cuerpos de ambos practicantes, dándole así un giro a la naturaleza misma del movimiento, transformando la oposición en compañerismo.


Una Actualización.

Cada vez que uno regresa al dojo, ha de convocar todo su esfuerzo para progresar en el arte, en la maestría de las técnicas, pero también de acuerdo con los principios transmitidos por el Maestro. Si bien el origen del Kinomichi está basado en la profunda experiencia y expertise del Maestro NORO, a su vez tiene sus raíces en un sólido entrenamiento con el Maestro UESHIBA, ha sido desarrollado a través de y en contacto con la cultura Europa, por lo que huelga decir que el Kinomichi integra diversas corrientes de pensamiento, múltiples concepciones que son el fundamento filosófico y espiritual del Extremo Oriente.

Incluso el hecho mismo de saludar al principio y final de cada clase da testimonio de la etiqueta tradicional japonesa y los buenos modales en todo momento, los cuales sitúan a cada uno y le permiten apreciar adecuadamente cuál es la relación correcta hacia las personas, hacia uno mismo y los demás, tanto con los estudiantes como con el maestro. El lugar correcto para cada uno asegura y genera la relación correcta.

Para Confucio el hombre está determinado por las 5 relaciones: hacia el rey, los padres, el cónyuge, los hijos y los amigos.

El Kinomichi, a través de privilegiar la relación con el compañero, retoma implícitamente este concepto de sí mismo, coloca a la técnica como medio para actuar concertadamente, para vivir en relación al otro y tender a una mayor armonía.

Los practicantes de Kinomichi renuevan y actualizan esta piedra angular que atraviesa la historia del Extremo Oriente.


PRINCIPIOS.

Hay una geografía propia en el Kinomichi. Podemos percibir muchos planos espaciales a través de la técnica. Ante todo, la verticalidad dirige el ki. Los movimientos conocidos como de Cielo llevan a proyecciones y los de Tierra a inmovilizaciones. Sin embargo, cualquiera que sea el movimiento que se realice, la energía entra por los pies y viaja por el cuerpo hacia arriba. El hara - que en la mayoría de artes japonesas ocupa un lugar preponderante - es aquí tan sólo un punto de paso del ki y no su origen.

Esta generación de la energía ofrece muchas ventajas, ya que evita las constricciones articulares en los cuerpos de los protagonistas, tanto por compresión como por cizallamiento. Tiende hacia una salida en una situación de bloqueo. Permite que coexistan dos movimientos libres y substrae de la técnica el elemento de dominancia de una parte sobre la otra.

En corolario, el esfuerzo es puesto en la expansión, más que en la contracción. El Maestro NORO invita a sus alumnos a extenderse, a prolongar el espacio, a abrir el rango de las posibilidades. El cuerpo aprende a relajarse, no a acortar el movimiento, sino a extender para poder guiar mejor, a escuchar para poder percibir y comprender mejor. Cada uno experimenta, entonces, a partir de la propia libertad individual para moverse en el seno de la técnica misma. Cada uno, a través de la escucha entra en la percepción de los dos espacios que se encuentran, se conjugan y completan un mismo movimiento. A partir de este movimiento concertado surge un tercer espacio, el de la armonía de los dos cuerpos.

A partir del círculo y de la línea recta, surge la espiral, la cual es su conjunción armoniosa. En el Kinomichi el camino elegido es el del círculo que avanza sin jamás cerrase de nuevo. La figura de la espiral inspiró al maestro NORO quien la utilizó como modelo para sus movimientos. Los movimientos del Cielo y de la Tierra, 111 a nivel de Hakamas, siguen todos esta forma. La encontramos tanto en pequena escala a nivel de las articulaciones como a gran escala en los desplazamientos.

A través de esta figura privilegiada podemos entrar en contacto con el compaöero sin obstruirlo, frenarlo o constreñirlo, sin reducir ni remplazar la expresión de su voluntad.

Podemos escuchar y percibir el flujo de su aliento,

Para retomar una antigua expresión oriental, nos abrimos a contemplar “el sonido del mundo”.

El compañero vive de acuerdo a un cierto ritmo, así como con una musicalidad que necesitamos lograr captar.

NORO Sensei insiste con frecuencia sobre ese punto, en el que podemos encontrar un recordatorio de la kata del Jo de UESHIBA Sensei.

Para él las proyecciones se vuelven aún más poderosas si logramos captar el ritmo y la energía del compañero. Cuando uno lo ve hacerlas parece que fluyen por sí solas. Lograr reproducirlo implica un trabajo y reto continuos para alcanzar esa destreza.


La Eficacia.

El artista marcial se cuestiona siempre sobre la eficacia del entrenamiento recibido e inclusive la de su propia búsqueda. Por definición, la eficacia es la capacidad de producir efectos. Así que deseamos ante todo obtener efectos visibles que queremos poder reafirmar frente a nuestros amigos y frente a nosotros mismos. Sin embargo, limitar nuestra ambición a los efectos visibles- con frecuencia obtenidos a corto plazo-, no nos permite comprender un arte que es portador de la herencia de antiguas tradiciones extremo orientales.

En Asia el conflicto se enfrenta de manera muy diferente que en Europa y Occidente. Allá es percibido como una perturbación del equilibrio, mismo que hay que reajustar. Si el efecto deseado es la armonía, entonces la eficacidad sería el restablecimiento de la armonía e incluso la prevención del disturbio. Estamos muy lejos de la búsqueda de lo espectacular y más aún de las demostraciones de fuerza.

El practicante de Kinomichi va buscando el aliento del movimiento. El efecto o la eficacia le pertenece a ambos compañeros por igual y nos conduce a un “savoir vivre” –sabiduría de vida- que nos permite degustar cada gesto. Preserva la libertad de moverse sin recurrir a la dominación del otro. Permite la relajación y la sonrisa, porque dentro del momento presente de cada técnica no queda lugar para la duda o para el querer lograrlo mejor.

Con frecuencia, la ejecución de un gesto aprendido se acompaña de cierta insatisfacción por querer que nos salga muy bien, porque despierta la angustia de fallar o de estar por debajo de lo que podríamos hacer si nos hubiéramos concentrado aún más. En esas ocasiones el Maestro NORO dirige nuestra atención hacia las sensaciones y nos invita a degustar el placer del momento compartido. Hace énfasis en la necesidad de contactar el ki del compañero. A partir de este contacto nacen la sonrisa y la relajación.

Con frecuencia el maestro NORO habla de los movimientos de UESHIBA sensei de quien era su uke preferido. El haber podido degustar directamente esta energía fue lo que orientó su comprensión de la práctica.

“ Podemos hacer de todo, ukemis ( marometas ), koshi-nages (técnicas de cadera), absolutamente todo si el espíritu es el correcto.” El Maestro NORO subraya que si cada uno ejecuta una técnica con justeza, tanto de espíritu, como de ritmo , como de percepción del otro, entonces cada quien es libre de progresar sin dañar al compañero. De esta manera, más allá de la edad y de las condiciones particulares de cada uno, el placer del Kinomichi es lo que une al joven con el de mayor edad, al hombre y a la mujer. Un antiguo maestro decía que quien inflige dolor es prisionero de las cadenas del dolor. El Maestro NORO ha creado un arte marcial en el que el gesto justo es dispensador de placer.

Sin embargo la sensación no reemplaza la energía, la cuál es fruto de numerosos e incesantes esfuerzos. La sensación de la energía no es la energía. Lo que los maestros actuales y antiguos descubrieron a costa de una voluntad continua de seguir progresando no puede lograrse tan fácilmente.

Este arte es rico en técnicas de manos, de cana y de sable. Las técnicas se realizan de pie, de rodillas, con o sin proyección, lentamente o más rápidamente. Cada variación es un estudio de la energía bajo una forma cada vez renovada. El Kinomichi es una búsqueda de esfuerzo sostenido y curiosidad por todas y cada una de sus facetas. Se trata de no limitar la expresión de la energía a una categoría de técnicas, porque sólo desde la comprensión del conjunto se puede alcanzar un conocimiento profundo del arte, de la energía del Kinomichi.


Las Técnicas.

Para el principiante, el acceso se lleva a cabo a través de 6 técnicas de base: Ichi, Nichi, Sanchi para los movimientos de Tierra e Itten, Niten, Santen para los de Cielo. A través de la lentitud se va desanudando y desbloqueando el cuerpo. Las tomas de conciencia tanto de los músculos como del aliento van sucediéndose para dar paso, un día, al flujo eficaz del dejar fluir, en el que los 7 niveles de iniciación del Kinomichi reposan. Con el tiempo las etapas se han sucedido y la integración corporal ha modificado la percepción del cuerpo. La cana o el sable prolongan el gesto, son portadores del aliento, despliegan el espacio.

Sin embargo, de esos momentos en que se ha tenido una vivencia, una experiencia, nada se puede decir porque es como un aroma, al que las palabras son demasiado burdas para restituir el perfume. Así como el Tao es una invitación para seguir el Camino, a avanzar un paso a la vez, a poner el pie en la huella del predecesor, el Kinomichi es una aventura para quien se atreve a ir a su encuentro.